Curso exprés para directivos. Capítulo 4: "exprime, exprime que aún le queda".


En este capítulo hablaré de cuando el director o jefe no sabe cuándo sus subordinados ya hacen todo lo que pueden.

Y digo "no sabe" muy a propósito. Está claro que quien dirije un trabajo y tiene subordinados a su cargo procurará que todos ellos rindan el máximo posible, pero con frecuencia el subordinado tiene la impresión que que todo lo que hace es poco y lo que es aún peor, se le culpa de ello.



La realidad suele ser bien distinta. Cuando mucha gente trabaja incansablemente pero el resultado es pobre, se debería revisar en qué se está invirtiendo tanto trabajo y podríamos ver sorprendentemente que la culpa es de una dirección que decide hacer y deshacer sin un criterio válido y sin saber el trabajo que requiere lo que pretendern hacer, el coste de llevar a cabo su decisión.

Por poner un ejemplo claro, es como si alguien pretende ir en taxi de Barcelona a París en 3 horas  y tras 3 horas de viaje se culpa al taxista de no hacer todo lo posible. La ignorancia del trabajo necesario para cumplir un objetivo es uno de los grandes males que afectan a muchos directivos. Y no sólo a los directivos, si no también a los directivos de los directivos, creando una pirámide en la que en la punta está el más ignorante de todos.

Todo esto lleva a que los subordinados, por mucho que hagan, no consigan mejorar sustancialmente el resultado final porque el medio, si no el fin, ya es pobre de por sí.

Unos subordinados, pase lo que pase harán lo mínimo que les permita conservar su puesto, sin valorar qué es mejor para el conjunto y no sólo para él. En definitiva: no hacen todo lo que está en su mano. Incluso "crearán" trabajo que justifique su puesto, ya que si es muy evidente que no hacen nada alguien podría pensar "¿entonces para qué lo tenemos aquí?". Estos son en quienes debe enfocarse el director.

En cambio otros subordinados ya hacen todo lo que está en su mano para logar los objetivos que se le indican y deben ser si no mimados sí reconocidos. Ya hacen "todo lo que se puede" dentro de las obligaciones de su puesto de trabajo, y no tiene sentido pedirle que trabaje más horas de las que les corresponde por su contrato y menos aún si no se remuneran, pero esto se merece un capítulo a parte.

Es evidente que no se puede hacer más de lo que se es capaz, exceptuando milagros, y aquí es donde entra en escena la habilidad del director para saber cuándo alguien hace todo lo que puede, incluso cuando el objetivo no es alcanzable con los medios y tiempo disponibles.

Hay jefes, los he visto, que por norma siempre les parece poco el trabajo de los demás creyendo que así etos van a ser más productivos al estar "presionados", cuando en realidad el efecto es estrictamente el contrario: si un jefe no sabe cuándo alguien no puede hacer más, tampoco sabe cuándo está haciendo menos, de forma que está abriendo de par en par una puerta a los holgazanes para hacer menos sin que se note y desmotivando a los que dan el cayo. Curioso, ¿eh?

Pero hay solución. El director tiene la obligación, intrínseca a su puesto, de saber cuándo sus subordinados ya están  haciendo todo lo que les es posible. Si es incapaz de saberlo, es que o le falta formación, o le sobra tiranía o ambas.

Culpar al subordinado del fracaso en la consecución de objetivos que ya desde el principio eran inalcanzables en el tiempo previsto y con los medios disponibles sólo deja en evidencia la incapacidad del directivo y socaba la confianza de su palabra.

Y recuerde: quien hace todo lo que puede no está obligado a más.

En el capítulo cinco comentaré eso del trabajo gratis.